Algo que he valorado desde que comenzó la cuarentena y este llamado de la naturaleza de encerrarnos en casa y en nosotros mismos (momento ideal para meditar) es la posibilidad de enseñar yoga a personas que están fuera de mi ciudad.
La pandemia nos ha obligado a ser creativos y a adaptarnos a una realidad que nadie predijo que sucedería. Los primeros meses hubo un boom de profesores en el mundo que enseñaron yoga online y por las redes sociales.
Me animé a hacer un par de clases por Instagram Live, pero no me sentía del todo cómoda. Sentía que estaba perdiendo la conexión con el otro porque no podía ver a los estudiantes. Fue entonces cuando decidí hacer clases grupales por zoom.

Mi intuición no estaba equivocada. Hoy es una de las mejores experiencias del 2020 que puedo sacar del confinamiento.
Tener la posibilidad de conectarme con amigos a quienes no veo porque están en otros estados y países es ser testigo del significado mismo del yoga, unión. Unirnos para acompañarnos en estos tiempos cambiantes y darnos aliento para crecer como seres humanos.
Sólo puedo experimentar gratitud al ver a mi hermana conectada desde Venezuela, a una amiga de la universidad desde México, a otros amigos fuera de Miami y personas que no conozco personalmente, pero han decidido practicar conmigo en Yoga with Marian.
Este 23 de agosto, segundo aniversario de Yoga with Marian, no puedo estar más agradecida de tener la posibilidad de ver que una pandemia que nos separó físicamente y aún lo sigue haciendo, nos está ayudando a ver que las conexiones entre nosotros siguen creciendo con la ayuda de la tecnología y por supuesto de la sabiduría milenaria del yoga.