Como si no fuera suficiente con la pandemia y el número de casos aún elevados en EEUU, casi 30 millones de casos de contagiados, la violencia armada en el país no se detiene. En menos de una semana, más de una docena de personas murieron en dos atentados, primero en Atlanta, Georgia y días después en Boulder, Colorado.
Son tantos los factores en juego detrás del por qué siguen ocurriendo estos sucesos que no pretendo analizar la razón de su origen. Solo puedo agregar que mientras ocurre un nuevo tiroteo los políticos de EEUU, legisladores y organizaciones a favor y en contra de la tenencia de armas discuten sin que haya un cambio contundente.
Lo que pretendo abrir es una reflexión sobre nuestra relación individual con la violencia, la agresividad.
Detenernos a observar cuántas de nuestras acciones diarias nos llevan a un espacio de agresividad en nuestra mente.
Desde niños hemos estado más o menos inmersos en mensajes violentos. En algunas culturas los padres solían decir a sus niños “si alguien te golpea en la escuela tu lo debes golpear de vuelta”.
Un extremo más claro de esa agresividad es la violencia entre parejas. Si este es tu caso, por favor busca ayuda.
Uno de los ocho limbos o principios del yoga que dejó Patanjali era el de no hacer daño o Ahimsā.
“En la presencia firmemente establecida de no violencia, todas las hostilidades cesan”, Yoga Sutras de Patanjali, de Sri Swami Satchidananda.
La practica del yoga me ha hecho ser más observadora de mis pensamientos, acciones y palabras.
Estoy más atenta especialmente de lo que digo, porque puedo ser pacíficamente agresiva con mis palabras y muchas veces esas ofensas, envueltas en sarcasmo, crean más heridas que un golpe.
Según la filosofía del yoga, incluso al tener un pensamiento de violencia o agresión hacia alguien ya estamos contribuyendo con que ocurra un daño en el mundo.
El principio de Ahimsā para mi está indiscutiblemente ligado con el concepto del karma (toda acción genera una reacción). Si pienso en lastimar a otro ser sintiente, eso lo voy a recibir en algún momento.
Durante la pandemia todos hemos experimentado mucha tensión, desesperanza, discordia y otras complicaciones por la cuarentena. En mi caso fue por mi vecina del piso de arriba.
Hacía ruidos constantes, tiraba objetos pesados, sus perros ladraban sin parar todo el día, lanzaba agua sucia de su balcón al mío. Por meses tuve que soportar esta situación, pese a que ya había reclamado a la asociación del edificio.
Muchas veces me desahogaba con insultos y con pensamientos de retaliación. Por momentos hasta me sentí avergonzada. Si practico yoga, ¿por qué pensar con tanta ira hacia alguien?
Al ser consiente de mis pensamientos me di cuenta de que no estaba aplicando el principio de Ahimnsā, o no violencia.
Durante mi práctica de yoga, mi vecina hacía más ruido en mi techo era más intensa, sobre todo cuando estaba en Savasana.
En ese momento sentí que la ira se empezaba a manifestar. Tuve dos opciones, enviarle malos pensamientos, o cambiarlos por unos de comprensión.
Allí, tendida en el suelo, comencé a dedicar mi silencio, mi respiración y mi paz a mi vecina. Me enfoqué en que mi tranquilidad traspasara el concreto que nos separaba.
En minutos el ruido cesó. Que fue casualidad, quién sabe. Pero ese día entendí lo poderoso de pensar en armonía, incluso con quienes nos molestan.
Sé que no es fácil, sobre todo si hay eventos dolorosos o muy violentos como los de Atlanta y Colorado.
Pero si yo puedo recuperar mi centro en medio de un altercado vecinal, todos podemos intentarlo cuando estos incidentes que molestan y no son tan graves, ocurren. Podemos empezar por algo e ir “entrenándonos” como pacificadores.
Practicar Ahimsā abarca tanto en nuestra vida, desde los insultos que nos damos a nosotros mismos, las comparaciones que nos hacemos, la comida que consumimos, hasta el reírnos de un chiste o comentario que denigra a otra persona por cualquier condición diferente a la nuestra. Como los casos evidentes y condenables de violencia contra la comunidad asiática en EEUU.
Si prestamos atención a lo que ocurre en nuestra mente y hacemos un recorrido de cuáles serían las consecuencias de ese pensamiento malicioso, tal vez nos animemos a pararlo de inmediato.
“Incluso, un poco de Ahimsā es suficiente para elevarnos a un estado superior”, escribió Swami Satchidananda.
El yoga nos da la posibilidad de abrirnos a esa experiencia, de observar nuestros pensamientos y reflexionar sobre ellos. Que mejor manera de empezar a practicar la no violencia que por nosotros mismos. Sin insultos, sin retaliación, sin rencor.